viernes, 7 de marzo de 2014

La retórica de las necrológicas no es invulnerable al riesgo de la cursilería.
La cursilería, por su parte, a pesar de su recubrimiento de merengue, no es invulnerable al despropósito, como por ejemplo el de elogiar la locura ajena como una forma de genialidad, en vez de considerarla como lo que es: una enfermedad de las peores.

Carlos Marzal viene a poner las cosas en su sitio: 

A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE LEOPOLDO MARÍA PANERO

Aunque ha muerto hoy, tengo la impresión de que Leopoldo María Panero ejercía de cadáver desde hacía ya muchos años. Desde la infancia. Era nuestro muerto oficial, el profeta de una Iglesia, la del malditismo, que necesita un sumo sacerdote sobre la tierra. Tengo la impresión de que a sus fieles les interesaba más la leyenda hagiográfica de Panero que sus evangelios: más sus salidas de tono y sus disparates que sus libros; más su deterioro - que interpretaban como una muestra inequívoca de genialidad- que los mismos poemas. A ciertos espectadores, tan preocupados de su propia salud, les encanta que algunos artistas malgasten la suya.
Creo que fue un poeta enormemente desigual, un poeta loco en muchos sentidos: poderoso y genialoide, clarividente y confuso, palabrista y certero. En "Narciso" y "El último hombre", los libros suyos que más me gustan, hay un buen puñado de magníficos poemas, de una rara violencia verbal, de una bronca extrañeza, de un tierno desamparo, que es el desamparo de todos sus lectores.

                                                                                          C.M.
 

2 comentarios:

Silvio SALVATICO dijo...

De todas las maneras estuvo abandonado por sus compañeros escritores , por las editoriales , era cuestión de dinero y compañerismo

Anónimo dijo...

Si estando loco las más de las veces ha sido capaz de escribir lo que ha escrito, no hay otra alternativa que considerarle un poeta de una fuerza humana y poética genial. Claro que, tantos años de genialidad fuera de sí agota a los espectadores (a los fanáticos no), sobre todo si no se tiene el sentido común (o precaución)de morirse a tiempo, eso es, antes de los cuarenta años. Este error retrasará su ascenso merecido al Parnaso de los mejores poetas.


Uno de la Judería